Vivir conectados con nosotros mismos y con lo que nos llena de propósito es algo que perdemos de vista cuando caemos en el piloto automático.

​

Me di cuenta de esto al salir de la universidad. Siempre soñé con atender pacientes, pero el miedo a lo incierto me llevó a abandonar ese sueño y postular a trabajos que no me apasionaban. Me convertí en copiloto de mi propia vida.

​

Mi familia fue clave en ese momento, ayudándome a ver que estaba perdida. Me animaron a intentarlo, y fue así como aprendí que a veces hay que dar pasos con miedo. Di el primer paso, abrí mi agenda y nunca olvidaré la primera notificación de mi primer paciente. El sueño comenzó a tomar forma.

​

Durante la pandemia, volví a conectar con el amor por la huerta que me había enseñado mi abuela. Ese amor, que había estado dormido, floreció nuevamente. Tanto que decidimos mudarnos con mi marido a un lugar entre el campo y el mar, donde construimos una huerta desde cero que hoy nos da comida.

​

En mis redes sociales, comparto este proceso y educo sobre salud mental desde una perspectiva pausada y compasiva. Invito a las personas a conectar con la naturaleza, cultivar el asombro y valorar lo simple.

​

Hoy, vivo de lo que amo y me siento llena de propósito en mi trabajo en Rincón Consciente. Agradezco a quienes me ayudaron a confiar en mí y a esa versión de mí que en 2020 decidió apostar por su sueño.